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19 junio 2007

Aprendiendo de la web 2.0 para imaginar las agendas 21 locales 2.0 

Lo prometido es deuda (en este caso, con unos intereses de órdago...)
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Aprendiendo de la web 2.0 para imaginar las agendas 21 locales 2.0

Dos avisos previos del autor para navegantes.
a) Este es un escrito condenado a quedar obsoleto muy pronto en gran parte de sus contenidos. Si alguna cosa está caracterizando todo lo que gira alrededor de Internet es una renovación constante de los dogmas y los ejemplos. No creo que, por ejemplo, nadie hubiese imaginado hace unos años que un blogger, 1 parodiando al niño de la película El sexto sentido, se permitiría hacer una broma escribiendo que «en ocasiones veo muertos» y enlazando a una captura de pantalla de un escritorio donde había encontrado el logotipo del acceso directo al Netscape Navigator.2 Y, de hecho,
eso mismo ahora ya casi resulta un chiste para dinosaurios de la red.
b) Por otra parte, la renovación continua y constante hace que el uso de anglicismos
para describir algunos hechos o tendencias sea inevitable y que si los correspondientes organismos oficiales terminológicos quieren evitarlo afronten
una tarea titánica. Cuando se alcanza el consenso necesario escogiendo o creando
el término correcto que se debe emplear para describir una nueva tendencia,
ésta o ya prácticamente ha desaparecido y ha sido sustituida por otras, o se ha
consolidado y resulta muy complicado que los usuarios la rebauticen.
Pues así, enterados los lectores desde un inicio de estos dos cave canen, reciban
mis disculpas por emplear, seguramente, ejemplos obsoletos y terminología
incorrecta.

Desde hace aproximadamente un año el concepto web 2.0 se ha dispersado por
la red como un meme3 absolutamente exitoso. Todo lo nuevo que se hace, toda
nueva aplicación informática o empresa puntocom que nace se propugna que forma
parte de esta web 2.0 . Este artículo trata de analizar el fenómeno para averiguar si se trata realmente de un concepto novedoso y si esta experiencia puede ser de utilidad para mejorar o reformular los procesos participativos de las agendas 21 locales, y podamos decir, entonces, que quizá estos
procesos también son 2.0.
Según Tim O’Reilly, uno de los gurús del software libre y el código abierto, que
para algunos fue el primero que utilizó este concepto, «la web 2.0 es la red como
plataforma, que involucra todos los dispositivos conectados. Las aplicaciones
2.0 son aquellas que aprovechan mejor las ventajas de esta plataforma ofreciendo
software como un servicio de actualización continúa que mejora a medida que la
cantidad de usuarios aumenta, consumiendo y mezclando datos de diferentes
fuentes, incluyendo usuarios individuales, mientras genera sus propios datos en
un formato que permita ser recombinado por otros, creando efectos de red mediante
una arquitectura de participación y dejando atrás la metáfora de la página del
web 1.0, con el fin de ofrecer experiencias más envolventes para el usuario».
La definición quizá es demasiado técnica, pero, en todo caso, cualquiera que
haya conocido la red como usuario desde sus inicios sin duda debe tener la percepción
que, aparte de las continúas mejoras tecnológicas, se ha producido un cambio
de fondo intrínseco que tiene que ver más bien con cómo utilizamos esta herramienta,
cómo nos relacionamos con ella. El principal síntoma seguramente podríamos decir que es que hemos pasado de conectarnos solamente para leer noticias, comprar cosas, comunicar con la administración o con empresas a, cada vez más, relacionarnos con personas, compartir ideas, conversar. Según la definición actual (puede
cambiar, porque es un sitio wiki…) de la wikipedia en español (http://es.wikipedia.
org), la web 2.0 «se refiere a la transición percibida en Internet desde las
webs tradicionales hasta aplicaciones web dirigidas a usuarios. Los propulsores
de este pensamiento confían en que los servicios de la web 2.0 sustituyan las
aplicaciones de escritorio en muchos usos. Los sitios web 2.0 actúan más
como puntos de encuentro, o webs dependientes de usuarios, que como webs
tradicionales».
Este cambio es consecuencia (y motivo, al mismo tiempo) del hecho de que
el origen de los contenidos actualmente es absolutamente diferente del de hace
unos años. Si antes la información que encontrábamos en la red era producida
por empresas y medios de comunicación, ahora mayoritariamente (se calcula
que un 85%) proviene de usuarios individuales, que la comparten y difunden
mediante blogs, wikis o forums.
Los blogs o weblogs son páginas web publicadas por una persona o grupo, estructuradas
por artículos ordenados según su antigüedad. Hay quien los ha comparado con un dietario digital, un diario personal abierto a todo el mundo.
Nada que ver con las antiguas páginas personales, estáticas, donde se colgaba
el currículo, alguna foto, los datos de contacto y una lista de enlaces. Algunos
blogs, además, ofrecen la posibilidad de dejar comentarios, lo cual lleva a menudo
al hecho de que se inician diálogos.
Su número ha crecido exponencialmente los últimos tiempos, y se han fomentado
en empresas muy diversas (por ejemplo www.blogger.com, www.lacoctelera.com)
que ofrecen su creación de manera gratuita y que disponen de formatos de actualización extremadamente sencillos, incluso para alguien sin conocimientos
informáticos. Según los datos más recientes de los que dispone Technorati
(www.technorati.com), un buscador de Internet dedicado exclusivamente a
blogs, se crean 75.000 nuevos blogs diarios (prácticamente un nuevo blog cada
segundo), lo cual hace que la blogosfera se doble cada seis meses y sea ahora sesenta
veces más grande que hace tres años. A mediados del año 2006 la blogosfera
llega ya a estar compuesta por más de treinta-cinco millones de páginas.
Y no parece que sea un fenómeno temporal, porque tres meses después de crearse
un blog más de la mitad de sus autores (el 55%) aún continúa colgando artículos. Se
calcula que actualmente cada hora se cuelgan cincuenta mil artículos nuevos
(1,2 millones diarios). Y se ha observado que este ritmo aumenta cuando hay acontecimientos como, por ejemplo, las bombas en el metro de Londres o el huracán
Katrina, pero también cuando circulan noticias sobre tecnología (como la aparición
del iPod vídeo o que los ordenadores Mac empiezan a utilizar chips Intel…), lo
cual muestra el sesgo aún de los miembros de la comunidad blog y hace patente
la llamada fractura digital entre la ciudadanía (quien está realmente accediendo a
las ventajas de esta web 2.0).
Una variante reciente de los weblogs son los fotologs, donde el autor cuelga
imágenes en lugar (o además) de los textos escritos (www.fotolog.com). Y ahora ya se habla de los podcast (combinación de Ipod y broadcast), que son programas de radio, charlas o conferencias distribuidos en formato MP3.
El flujo de comunicación ha dejado de ser unidireccional. Un lugar wiki es aquel que permite la cooperación entre los usuarios (abierto a todo el mundo o a un grupo determinado) haciendo que cualquiera pueda corregir libremente su contenido. El ejemplo más conocido y exitoso de páginas wiki es la wikipedia, una enciclopedia en línea libre y gratuita donde todos los usuarios, aparte de leer conceptos, pueden mejorar los artículos o incorporar nuevas palabras, conceptos y definiciones.
Según los datos del mes de abril de 2006, la wikipedia en inglés tiene actualmente
un millón cien mil artículos (http://en.wikipedia.org/wiki/Special:St
atistics), todos escritos de manera gratuita y desinteresada por los más de un
millón tres cien mil usuarios registrados, que hasta ahora han redactado (creando
de nuevos o rectificando y/o ampliando los ya existentes) más de cincuenta-dos
millones de artículos, lo que supone de media que cada artículo ha sido editado
trece veces. Por otra parte, la versión española (http://es.wikipedia.org) ha superado ya los 112.00 artículos.
Un estudio reciente de la revista Nature ha comparado esta enciclopedia libre
y editada por los mismos usuarios con la Enciclopedia británica, que es el
referente de las enciclopedias tradicionales, editadas por expertos contratados
para hacer esta tarea. El resultado, muy sorprendente para algunos, es que muestran
un grado similar de exactitud. Esto ha llevado al hecho de que haya quien
empieza a incorporar en sus artículos científicos vínculos a la wikipedia como
fuente. No es menos cierto, en todo caso, que el último año la wikipedia, llevada
por la denuncia de particulares que eran nombrados o acusados falsamente
en algún artículo, ha decidido endurecer los requisitos para modificar e introducir
nueva información, pero tratando de mantener su espíritu inicial y tratando
más bien de blindarse ante el vandalismo de unos pocos usuarios.
Este nuevo fenómeno enfrenta el conocimiento formal de los expertos con el
conocimiento social informal. Este último, apoyado en el gran número potencial
de autores, tiene mucha más rapidez para acoger nuevas palabras, conceptos
y fenómenos, razón por la cual en campos como, por ejemplo, el de las nuevas
tecnologías resulta mucho más útil que las enciclopedias tradicionales. Por otro
lado, hay que reconocer que sufre carencias como, por ejemplo, la falta de una
unidad de estilo o una redacción deficiente en muchos de sus términos.
Los usuarios no solamente pueden aportar su conocimiento mediante definiciones.
Un hecho creciente es la utilización de tags o etiquetas para describir
marcadores (direcciones de páginas web), artículos, fotografías, etc. Se trata
de adjudicar a lo que queremos describir una o más palabras o conceptos en una
tarea de categorización colaboradora.
Unido a este hecho encontramos los tag clouds, nubes de etiquetas, una nueva
forma de expresión de información, donde los conceptos o las palabras (las
etiquetas) aparecen todas juntas en una especie de nube, pero donde la medida
de cada una tiene que ver con su presencia o importancia relativa. Así, con un
solo vistazo, uno puede hacerse una idea de sobre qué hablan unos artículos, las
entradas de un blog o cuáles son las búsquedas más comunes en un buscador.

Una de las páginas pioneras (y de más éxito) en la utilización de etiquetas por
sus usuarios es Flickr (www.flickr.com), una página pensada para guardar, buscar,
ordenar y compartir fotografías. Algo similar realiza la página web de Youtube
(www.youtube.com), pero con archivos de vídeo. Otro buen ejemplo son Del.icio.us o Ma.gnolia, que sirven para guardar y compartir las direcciones de interés, y que también son ordenadas por etiquetas que aportan los mismos usuarios que deciden guardarlas. Se pueden utilizar tanto para recuperar las direcciones que se han guardado previamente como para buscar nuevas páginas utilizando las etiquetas que han decidido los anteriores usuarios que las han visitado.
Este fenómeno de colaboración en la descripción de un mismo material informativo
utilizando etiquetas sin relación de parentesco ni jerarquía entre ellas ya
ha sido bautizado como folcsonomía (y ya ha sido recogido por la wikipedia,
pero no por la Enciclopedia británica).
Lo que están mostrando todos estos ejemplos es el poder y la influencia creciente
de todos y cada uno de los usuarios d unas pocas empresas generaban la información.
Es lo que cada vez más autores empiezan a llamar la larga cola, haciendo una analogía con las gráficas de distribuciones que muestran una alta frecuencia en el principio (la cabeza) seguida de una frecuencia baja, pero que se alarga mucho (la larga cola). Esta cola de forma acumulativa sobrepasa el peso o el número de la cabeza
y, contrariamente a la primera impresión que nos produce la gráfica, es donde se
contiene la mayor parte de los datos representados.
Hay empresas, como, por ejemplo, Amazon, que ya hace tiempo que utilizan y aprovechan la información proveniente de la larga cola de sus propios usuarios. Cuando consultamos un libro, un disco o una película, en esta página de venta en línea (www.amazon.com), aparte de poder leer las opiniones de críticos especializados
u oír un extracto de la canción que nos interesa, podemos disponer de comentarios
con la opinión y la puntuación que le han dado otros usuarios. Pero, además, la empresa es capaz de proporcionar una nueva información que puede resultar bastante interesante, como por ejemplo qué otros discos o libros han comprado los usuarios que han comprado o consultado el producto, lo cual probablemente puede ser un indicativo de qué nos podría interesar. Hay que señalar que últimamente también se han incorporado para cada producto opciones como, por ejemplo, la posibilidad de utilizar etiquetas, crear listas de productos bajo el apartado que decida el mismo usuario (las mejores películas del año 2000, música para tardes relajadas…), un foro de discusión e, incluso, un apartado wiki.
El éxito de la página de subasta en línea más conocida (www.ebay.com) se fundamenta también en el poder de muchas pequeñas transacciones en lugar de centrarse en pocas transacciones de gran valor, que es el modelo de las subastas tradicionales.
Lo que nos muestra la larga cola es el poder colectivo de los sitios pequeños, el
poder de muchas pequeñas transacciones, el poder de muchas pequeñas opiniones
que acaban logrando que ahora sea la audiencia, y no unas cuantas personas
en un despacho, quien decide qué es importante.
En este nuevo modelo, la función principal de la web es actuar como plataforma
de todos estos intercambios de información. El software de Internet debe
pasar a entenderse como un servicio, no como un producto. Un servicio que debe
proporcionar al usuario experiencias enriquecidas (haciendo uso, por ejemplo, de
la tecnología AJAX) y personalizadas (mediante la sindicación).6Ahora el usuario
ya puede configurar la portada de su diario, el portal de la administración o la
página de su banco o caja para que muestre primero (o solamente) la información
que le interesa. Puede sindicarse a una página para que lo avisen cuando ésta se
actualiza. Puede, incluso, crear una página personal (www.netvibes.com) donde
puede leer su correo y que también recoja resúmenes de todas estas páginas que
le interesan y se actualice automáticamente cada vez que haya cambios en el
contenido de estas páginas sindicadas.

Los usuarios que forman la larga cola no solamente aportan información y deciden
lo que es importante, sino que, haciendo un paso más, también están colaborando
a mejorar estas nuevas herramientas. Los usuarios han pasado a ser desarrolladores de productos que por definición siempre están en fase beta, y como consecuencia directa el servicio mejora cuanta más gente lo utilice. Un ejemplo paradigmático (aparte de los ya comentados Flickr o Del.icio.us) podría ser www.wayfaring.com, una aplicación
vía web que permite, a partir de Google maps, georeferenciar, situar en un mapa
(ya sea un plano de carreteras, de imágenes por satélite o un híbrido de ambos)
datos de diferentes fuentes, muchas de ellas provenientes de usuarios particulares.
Por ejemplo, se podrían generar mapas que combinen las imágenes por satélite
con ubicaciones de puntos Wi-Fi de acceso libre a la red, las mejores hamburgueserías
de la ciudad, las poblaciones de una especie alóctona de hormigas o (cerrando
el círculo) situar los lugares donde se han tomado fotografías que están colgadas
en Flickr y se pueden consultar.

Podríamos decir que la web 2.0 se caracteriza por emplear la inteligencia colectiva.
Una inteligencia surgida de la combinación de muchos pequeños datos que vienen de muchas fuentes, muy diferente del conocimiento «clásico» generado por unas pocas fuentes fiables determinadas. El enfoque hacia el conocimiento colectivo, no formal, frente al conocimiento de los expertos también es defendido por los teóricos de la ciencia posnormal. Estos teóricos ven en las comunidades amplias de evaluadores y en
la participación ciudadana la mejor fórmula para tomar decisiones en escenarios
complejos donde la incertidumbre es alta. Eso suele pasar precisamente en el campo
ambiental y sostenibilista: Silvio O. Funtowicz y Jerome R. Ravetz señalan que
los nuevos problemas medioambientales se caracterizan porque los hechos son inciertos, hay valores en discusión, los intereses son importantes, los riesgos son altos y las decisiones son urgentes. La participación, la «democratización de la
ciencia», se muestra como un proceso que aporta elementos nuevos en la toma de decisiones, que aporta más conocimiento aunque éste no sea «formal», básicamente
y fundamentalmente como un proceso que resulta ser mucho más eficaz en la resolución
de los problemas ambientales. Es un nuevo enfoque de estrategias de resolución
de problemas donde la ciencia puede continuar siendo fundamental, pero en un contexto que tiene en cuenta la incertidumbre de los sistemas naturales y la relevancia
de los valores humanos. Se trata de asumir que en el mundo real, trabajando
con problemas ambientales y con personas, hay preguntas para las cuales no
puede haber una sola respuesta correcta, o donde todas las respuestas posibles son,
en cierta medida, incorrectas, y que, por lo menos, ante la necesidad de actuar, podamos conocer cuál es la preferida o mejor asumida socialmente.
Hay que destacar que la participación es defendida no como una manera de legitimar
decisiones, ni como una muestra de benevolencia de los gobernantes que llevan
los principios democráticos hasta los últimos extremos, ni como una farsa útil o
cortina de humo ante la imposibilidad de los gestores de satisfacer todas las necesidades y demandas por su complejidad, sino como una fuente de conocimiento no
formal que mejora la toma de decisiones y facilita su ejecución posterior.
Pero, dejando nuevas tendencias y teorías aparte, habría que preguntarse si la
evolución de la red y estos cambios esbozados hasta ahora han influenciado de
alguna manera en nuestros procesos de agenda 21 local.
Para empezar, es muy evidente que la manera de trabajar para recoger la información
necesaria para redactar la auditoría no tiene nada que ver con lo que se hacía
los primeros años. Los técnicos y/o consultores responsables debían recopilar
datos que sólo estaban en papel y diseminados en diferentes sitios. La aparición de
las primeras páginas web de los institutos de estadística, que colgaron parte de la información de la que disponían, ahorró mucho empleo, básicamente de transcripción,
lo cual ha ido permitiendo que se pudiese dedicar el tiempo a cosas más
provechosas, como, por ejemplo, explotar mejor los datos, o bien, por lo menos, reducir los costes finales de estos procesos.
De manera paralela a lo que globalmente ha ido pasando en la red, y que explica
porque ahora la empresa puntocom más importante se basa en un buscador, para
la empresa consultora que tiene que redactar una auditoría ambiental ya no resulta
importante encontrar información (que sobra), sino poder discernir la realmente
útil, cierta y actualizada.
Así pues, parece que, por lo que respecta al conocimiento formal, las nuevas
tecnologías y la información disponible en la red han significado un avance (o
por lo menos una facilidad) para estos procesos. ¿Podemos decir lo mismo del
conocimiento informal? Habría que empezar por preguntarse si el conocimiento informal también se tiene en cuenta en nuestro modelo de procesos de agenda 21 local. La respuesta la tenemos en la presencia de procesos participativos, que no puede tener
otra razón final que incorporar este conocimiento no formal por parte de los
participantes.
Una mirada seria y sin complejos a los procesos participativos desarrollados
en el marco de las agendas 21 locales durante los últimos años nos dice que estos,
mayoritariamente, han tenido menos participantes de los que sería deseable (si se
quiere tener una representación de toda la sociedad) y nos muestra, sobre todo, la
sesgada procedencia de estos participantes.
Aquellos que habitualmente encontramos en nuestros foros ambientales forman parte o bien de la estructura de poder (políticos, administración, universidad, cámaras de comercio, colegios profesionales, asociaciones de vecinos…) o bien de colectivos especialmente sensibilizados (ecologistas). Podríamos decir que representan la cabeza de la distribución; son pocos, pero con mucha información (seguramente, además, fundamentada y valiosa). La presencia mayoritaria (si no única) de expertos no es lo que propugna y nos enseña ni la ciencia posnormal ni la web 2.0. Porque estos no son los que forman la larga cola, no son los que poseen el conocimiento no formal, no son los que pueden convertirse en la audiencia que decide lo que es importante. Nos hacen
falta procesos mucho más abiertos, donde todo el mundo pueda dar su opinión, especialmente aquellos que supuestamente no saben del tema y que, conscientemente
o inconscientemente, voluntariamente o no, hasta ahora hemos excluido de estos procesos de decisión. Esto lo podemos hacer con la ayuda de las nuevas tecnologías que facilitan mucho la tarea, tanto de difusión de la información como de recogida y tratamiento posterior, pero sin caer en el mito que la tecnología pueda ser la panacea, ya que, pese a los avances, no existe aún en nuestras sociedades un acceso igualitario a la tecnología, sino más bien una fractura digital.
Hay estudios recientes (www.internetworldstats.com, marzo de 2006) que nos dicen que ya hemos sobrepasado el millar de millones de usuarios de Internet (1.022.863.307 usuarios), pero que eso aún representa menos del 16% de la población mundial. La tendencia al alza es muy evidente porque el crecimiento de uso entre los años 2000 y 2005 ha sido del 183%. Aún es más evidente la desigualdad entre territorios: mientras
que en América del Norte hay una penetración que ya casi llega al 70%, en Asia
o en Oriente Medio no se llega al 10%, y en África no se llega apenas al 3%.
Europa se sitúa en un término medio, con un 36% de penetración, pero si cogemos
solamente los países de la Unión Europea el porcentaje se eleva hasta casi el
50%. Dentro de este grupo, nuestro país se encuentra en la banda baja, con 17.142.000
usuarios, dato que representa un 38,7% de la población, aunque ha tenido un aumento
del 218% entre 2000 y 2005.
Como resulta evidente, estos porcentajes no se distribuyen uniformemente entre todos los grupos sociales, entre todos los niveles económicos ni entre todas las franjas de edad. Por eso la fotografía de los usuarios de la red no es ni puede ser (por el momento) la fotografía de toda la población.
Pero sea con la ayuda o no (aún) de las nuevas tecnologías, lo que nos está enseñando la web 2.0 es el verdadero poder de la larga cola, de los muchos pequeños usuarios no expertos, de los muchos pequeños actos cotidianos. Porque somos todos y cada uno de nosotros (que inconscientemente formamos la larga cola) los que apagamos o dejamos la luz encendida de una habitación vacía, los que separamos o no la basura, los que
cogemos el coche o el transporte público…
Es éste el usuario al que queremos y debemos llegar, y es este el que puede generar una verdadera agenda 21 local 2.0. No solamente con sus actos, sino también decidiendo y marcando como audiencia lo que es importante. Porque es esta multitud de pequeños usuarios la que puede hacer que en la agenda diaria de los gobiernos los planes de acción sean una prioridad que condicione e influya en políticas reales y no solamente unos documentos de buenas intenciones.
Rehaciendo la frase del Capità Enciam: los pequeños cambios son importantes
sólo si son muchos. Pocos pequeños cambios no pueden ser importantes.
El total es lo que importa, como dice una campaña reciente. Es en la «larga cola»
de los muchos pequeños cambios donde radica la posibilidad de grandes cambios

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el original en pdf, mas organizadito y con gráficos y notas a de pagina, en http://www.diba.cat/mediambient/PDF/SAM15.pdf

releido el texto, y colgado en el propio blog, como seguidor microsiervista no puedo evitar comentar que 1- se confirma su obsolescencia y 2-se intuyen varias autoreferencias circulares (desde la advertencia que esta condenado a quedar obsoleto hasta explicar que es un blog en un escrito colgado en un blog... no se si la wikipedia tiene un articulo que explique lo que es la wikipedia...)

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